El regreso de Dragon Quest I y II en su versión HD-2D Remake es un homenaje al origen del JRPG.
Con el arte del legendario Akira Toriyama y la dirección de Square Enix, este relanzamiento no solo pule lo visual: rescata la esencia de dos títulos que definieron un género.
El primer Dragon Quest se siente más vigente que nunca.
Su historia sencilla, su exploración libre y ese aire de aventura solitaria logran algo que muchos juegos modernos han olvidado: hacerte sentir realmente perdido en un mundo lleno de peligros y descubrimientos.
Sin marcadores ni guías, solo tu instinto y las pistas que los aldeanos te dejan caer.
Por su parte, Dragon Quest II amplía el universo y apuesta por la formación de un grupo de héroes, aunque con un desarrollo más guiado.
Ambos juegos, sin embargo, mantienen su encanto clásico y esa mezcla entre inocencia visual y oscuridad narrativa que tanto caracteriza a la saga.
El remake no se limita a embellecer los gráficos: cada pueblo, cada montaña y cada mapa cobran nueva vida.
Las animaciones, la cámara y los detalles del entorno están diseñados para realzar la sensación de exploración sin perder el espíritu original.
Además, se añaden pequeñas historias y gestos que enriquecen a los personajes sin alterar la base del relato.
Eso sí, algunas mejoras modernas como el mapa que indica a dónde ir, pueden restarle parte del desafío original.
Aun así, el equilibrio entre accesibilidad y fidelidad es notable.
Con voces, nuevos diálogos y localización al español, se siente como redescubrir un clásico con alma nueva.
Square Enix logra aquí uno de los remakes más cuidados y bellos en HD-2D hasta la fecha.
Dragon Quest I y II no son solo una carta de amor al pasado: son una lección de diseño que demuestra que los grandes juegos no envejecen, solo esperan ser redescubiertos.
Con información de 3D Juegos.
