imagen tomada de xatakamovil.com
Cuando hablamos de jugar en PC, solemos pensar en tarjetas gráficas potentes, procesadores veloces y una buena cantidad de memoria. Pero hay un elemento que casi siempre pasa desapercibido… hasta que falla: la conexión. Y si usas Wi-Fi en PC, podrías enfrentarte a un enemigo silencioso que afecta directamente tu rendimiento.
Uno de los factores más críticos al jugar en línea es el ping. Necesitas que los datos viajen al servidor y regresen casi al instante para evitar retrasos, tirones y frustración.
Aquí es donde entra el dilema: aunque el Wi-Fi es práctico, no siempre es estable y además está expuesto a problemas que una conexión por cable simplemente no tiene.
No solo influyen la distancia al router o las paredes que bloquean la señal.
En muchos casos, los problemas vienen del propio hardware del PC. Las antenas —sí, esas pequeñas pero indispensables piezas— son extremadamente sensibles al calor.
Si se encuentran en un entorno con altas temperaturas, su rendimiento se desploma.
Esto afecta tanto a dongles USB como a tarjetas de red internas, especialmente si tu computadora no está bien refrigerada.
Y ojo: las temperaturas dentro de una PC gamer pueden convertirse en un verdadero microclima.
Los componentes de red funcionan peor a medida que suben de temperatura.
Por ejemplo, chips Wi-Fi como el Intel AX210 pueden perder hasta un 20% de rendimiento al superar los 65 °C. Y en una PC dedicada a juegos, la temperatura se eleva rápido: una GPU como la NVIDIA RTX 4080 puede calentar los slots inferiores hasta los 75 °C.
¿La consecuencia? Latencia, pérdida de paquetes, picos de lag y, en general, una experiencia que arruina cualquier partida.
Además, como la tarjeta gráfica ocupa el slot PCIe principal, todas las tarjetas de expansión quedan justo debajo de ese horno.
Pruebas de laboratorios como Gamers Nexus muestran que una GPU de gama alta —como la RTX 4090— puede aumentar más de 40 °C la zona cercana, alcanzando hasta 80 °C durante sesiones intensas.
A esas temperaturas, cualquier adaptador Wi-Fi está condenado a sufrir.
La solución más efectiva es apostar por una placa base con Wi-Fi integrado, idealmente con chips compatibles con Wi-Fi 6E o Wi-Fi 7. Estas placas suelen ubicar los componentes lejos de las zonas de mayor calor y utilizan antenas externas, lo que mejora la estabilidad.
Modelos con chipsets como el Intel Killer AX1690i incluso gestionan activamente la temperatura.
En resumen: si usas Wi-Fi en PC y tu conexión se vuelve un dolor de cabeza cada vez que juegas, no siempre es culpa del proveedor o del router.
La antena y el calor que la rodea podría ser la verdadera causa.
Con información de Hard Zone.
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