Los videojuegos ya no solo lucen mejor, ahora responden mejor. Antes, las escenas y personajes seguían un guion fijo: tú decías algo, el personaje respondía algo, todo muy predecible. Hoy, gracias a redes neuronales, las charlas son más naturales y los movimientos parecen fluir solos. Esa inteligencia también mejora la animación, incluso en físicas: si antes un robot caminaba rígido, ahora parece moverse de verdad.
Menos procesador, más magia visual
Las GPU ya no solo dibujan píxeles. Ahora también entrenan IA para generar contenido, mundos dinámicos, niveles nuevos y patrones de juego más afinados. Eso permite usar menos energía y menos potencia para lograr resultados sorprendentes. Por ejemplo, técnicas como super‑resolución “alucinan” detalles que no estaban dibujados, pero se ven legítimos.

Fotogramas fluidos con IA
¿Jugaste a 30 FPS y notaste lag? Con la generación de cuadros intermedios por IA puedes llegar a 60 FPS sin que tu equipo haga todo el trabajo. La IA añade frames entre los reales, suaviza la imagen y da sensación de mayor fluidez. Aún están afinando para evitar errores visuales entre fotogramas, pero la idea ya funciona en PCs y pronto llegará a móviles.
Chips diseñados para IA en juego
Detrás de todo esto hay chips pensados para mover datos rapidísimo sin errores. Los ingenieros calculan bien qué tipo de memoria y flujo de datos necesita cada GPU para llevar estas tecnologías al juego sin que nada se caiga. Todo debe ser ágil y coherente, porque renderizar escenas 4K a 120 Hz implica coordinar montones de datos en cada segundo.
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